lunes, 23 de abril de 2007

SOBRE EL CONGRESO DE LOS DEMOCRATAS DE IZQUIERDA





Reunión de la minoría (correntone) del Congreso: lo tienen peliagudo.


(Se transcribe la nota que hemos recibido de Juan Fierabrás, assegnista de derecho privado en la Universidad de Siena, sede de Grossetto, investigador refugiado en la universidad italiana tras escapar del feudalismo académico de la Universidad Carlos III de Madrid, borbónica y absolutista no sólo en la evocación del monarca, que puede resultar interesante para los lectores del blog, aunque quizá irremediablemente nostálgica, como corresponde a quien ve todo con las luces del exilio voluntario).

En Florencia se ha iniciado, el 19 de abril, el congreso de los Demócratas de Izquierda, antes PDS, antes PCI, que pretende disolverse, en un proceso paralelo con los integrantes de La Margarita, para crear un nuevo Partido, el Partido Demócrata, definido como el gran partido moderno “con que encarar el futuro”. En él convergen por consiguiente los herederos del Partido de Gramsci, hoy denominados ex comunistas, junto con democristianos, liberales y progresistas. En lo que respecta a la componente de izquierda de este nuevo producto político, es la terminación de un proceso complicado que expresa una larga evolución que data de 1989 y la caída del muro de Berlin, y que ha atravesado los debates intensos de los militantes y afiliados del PCI para convertirse en Partido Demócrata de la Izquierda (PDS) y después, bajo la guía de D’Alema, en Demócratas de Izquierda simplemente (DS).

Esta opción de convergencia que constituirá el eje del congreso de Florencia ha sido muy criticada desde las posiciones de izquierda como un ejemplo de movimiento puramente táctico, electoral(ista). Se subraya especialmente la carencia de análisis y de diagnóstico de los cambios que se están produciendo en la sociedad actual, sin que en los documentos del congreso este elemento central de reflexión política asome y sin que se proyecte una respuesta al presente (y al futuro) de la sociedad italiana más allá de la necesidad de un partido unificado de centro izquierda que gestione un gobierno de idéntico signo, sin que este calificativo tenga algún significado inmediatamente comprensible en términos de programa de reformas. Valentino Parlato, en Il Manifesto del jueves 19, se refería al proceso de creación del nuevo Partido Demócrata como la paradoja suicida de recrear en el 2007 el compromiso histórico que en 1977 no pudieron realizar Aldo Moro y Enrico Berlinguer. Cómo no recordar las palabras de Gramsci sobre lo que debería ser el partido político: “El moderno príncipe no puede ser una persona real, un individuo concreto, sólo puede serlo un organismo, un elemento de sociedad complejo en el que se comience a concretar una voluntad colectiva, reconocida y que se afirma en la acción. Este organismo está ya dado en el desarrollo histórico y es el partido político, la primera célula en la que se resumen los gérmenes de la voluntad colectiva que tienden a devenir universales y totales”, y es en esa reivindicación de totalidad que pone en marcha proyectos universalizadores desde posiciones de clase es donde reside la fuerza y la capacidad de generar consenso y hegemonía en toda la sociedad.

El proceso de convergencia hacia el centro político del más grande partido de la izquierda italiana ha sido criticado también por Rossana Rossanda en ese contexto histórico: “ Mientras los partidos antes se batían contra toda tentativa de reducir los derechos de la clase trabajadora, ante todo los derivados del empleo y de su fuerza contractual, hoy consideran, en cambio, que tienen que subordinarse a la competitividad de la empresa, exponiéndolos a la presión del dumping procedente de las zonas de Europa y del mundo en que el trabajo está peor pagado. Y hoy los partidos progresistas aceptan que el Estado, y en general, la esfera política, no pueda ya intervenir en la deslocalización de las empresas hacia esas zonas, dejando indefensa a la mano de obra, brazos y cerebros que habían conquistado mayores derechos y compensaciones en las zonas socialmete más avanzadas. Italia estuvo hasta los años 80 entre esas zonas. Desde entonces, también para el PCI, el PDS y los DS, el derecho al trabajo y los derechos del trabajo han pasado a segundo plano respecto de la competitividad de la empresa, que significa producir con mejor calidad y menor precio (en Italia, en la práctica, con menor precio, dada la escasa propensión de nuestras empresas a invertir en calidad). El declive de los grandes partidos de izquierda viene ante todo de la pérdida de confianza de los trabajadores en la capacidad y en la voluntad de esos partidos para defenderles. Y si se objeta que, dada la globalización, defenderlos resulta imposible, el resultado viene a ser el mismo o abisma en la desorientación y la desesperación”

La situación es complicada, porque este nuevo movimiento al centro de lo que en el pasado remoto era la primera fuerza de la izquierda italiana producirá un nuevo efecto centrífugo y una parte de la izquierda del DS abandonará el nuevo proyecto. Se trata del llamado correntone de izquierda liderado por el actual ministro de Universidades, Mussi, y en el que militan personalidades como Giovanni Berlinguer o Sergio Cofferati.

Otra vez se abre por tanto la necesidad de un campo de la izquierda, un espacio político que reconstruir y armar como proyecto general, político, social y económico. En este campo de acción – y de reflexión – no sólo tienen presencia los partidos políticos, sino otras experiencias asociativas de lucha social y de actividades culturales, entre ellas el sindicato por derecho propio.

De esta manera se debería replantear el problema de la

representación política monopolizada por las fuerzas políticas organizadas como tales. Hay que decir inmediatamente que los partidos políticos de izquierda son elementos básicos de esa representación. Son un “depósito” histórico de las inquietudes y de las aspiraciones de las clases populares, crean tejido ciudadano mediante su enraizamiento social, cultural y territorial. Son un significativo elemento de selección y de formación del “personal político”, de los cuadros de los partidos, y un instrumento a disposición de cuantos – y son muchos – carecen de voz, de medios y de poder. En este sentido, los partidos políticos son un punto de referencia aún para recoger y articular necesidades y aspiraciones de la sociedad.

Pero junto a ellos, hay más “voces” en la izquierda. Y se deben dejar oir en un proceso que sea funcional y favorezca la participación política. En él, es decir, en un “recorrido” previo al momento electoral, se debe ir formando un proceso de enriquecimiento de las alternativas posibles a la realidad social y económica injusta, desigual y autoritaria en la que estamos instalados, de manera tal que se pueda ir reconstruyendo el espacio público en que consiste la política y reducir y superar la distancia entre gobernantes y gobernados. Un proceso que posibilite que la izquierda plural se haga oir y se escuche entre sí en sus diversas voces. La intervención del sindicato en el mismo resulta central porque es portador de un determinado proyecto de sociedad relativamente articulado y dotado de una capacidad autorreflexiva muy significativa, con potencial y legitimidad suficiente para impulsar un proceso de este tipo en el que sea posible recuperar todas las voces de la izquierda social, cultural y política, aunque distantes entre sí siempre vivas, inquietas, insatisfechas con una realidad que no estamos obligados a aceptar como un destino ineludible. Y ello es una necesidad para Italia, pero no sólo para este país. En España se requiere también actualmente que en la izquierda y desde la izquierda se pueda abrir un extenso debate en el que este proceso de vigorización del discurso de progreso y de reforma en el marco de una izquierda plural encuentre cauces de afianzamiento y de visibilidad social.

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