viernes, 14 de julio de 2017

ANOTACIONES SOBRE EL 14 DE JULIO


Como en todas las cosas, hay dos versiones del 14 de julio, fiesta nacional en Francia. Una es la fiesta popular que enlaza con la sublevación del pueblo de Paris frente a los intentos absolutistas del Rey que culminó con la toma y demolición de la Bastilla, una prisión odiosa que simbolizaba la arbitrariedad y la violencia del poder del antiguo régimen. Ese Paris que luego habría de protagonizar, casi un siglo después, de marzo a mayo de 1871 – el tiempo de las cerezas - el primer experimento de gobierno proletario en Europa, y que se reinventaría en el Frente Popular de los años 30. Para ese Paris popular – que hoy se definiría quizá también populista – el 14 de julio es un momento de libertad y de fiesta, de kermesse  y de bistrots  con sus fuegos de artificio y  su reivindicación nacional de obreros y pequeños comerciantes en torno a caracteres tiernos y canallas como supo describir tan bien un director hoy olvidado, René Clair.

Hay otro 14 de julio, el que no conmemora la insurrección popular sino la fiesta nacional  impulsada en 1880 en recuerdo de la Fiesta de la Federación de la guardia Nacional, y su principal objetivo es el desfile militar tras la alocución de la Presidencia de la República. Una muestra del poderío colonial de Francia y de su potencia militar, que se ha perpetuado desde entonces al margen del cambio de las circunstancias históricas experimentadas, en especial las dos grandes guerras mundiales, la descolonización en el África occidental francesa y especialmente la guerra de Argelia, el cambio de régimen de un sistema parlamentario a una república presidencialista, el grito de libertad que supuso Mayo de 1968 y, para cerrar el ciclo constituyente de un espacio de confianza en un futuro de progreso, el programa común de 1981 como fin de ciclo.

Un desfile militar por los Campos Elíseos con la grandeza que acostumbran a tener los actos solemnes que en este año ha tenido como protagonistas a dos personajes muy especiales. El primero, Macron, un presidente que ha surgido de un movimiento autoconvocado “En Marcha” y que en tan solo seis meses ha logrado presentar listas electorales en todos los departamentos de Francia y obtener, gracias al sistema electoral cuasi mayoritario de aquel país, el 75% de los escaños en liza. Un programa político en el que una nueva reforma laboral, con un nuevo Código de Trabajo, se abrirá paso como objetivo principal.  Un presidente para el cual la igualdad es “dar a cada uno su oportunidad”, la libertad es “un gusto absoluto por la independencia” y la fraternidad es “no dejar a nadie atrás en el camino”, como ha declarado en la breve alocución del 14 de julio, y que expresamente ha querido, en esta fecha, profundizar las relaciones de amistad con Estados Unidos, invitando a su presidente, Donald Trump, a la fiesta nacional francesa. Algo que ha sido extremadamente criticado por la izquierda - la izquierda "insumisa" frente a la sometida - , dado el muy reciente rechazo de éste al Acuerdo de Paris en materia medioambiental, y a sus posiciones políticas contrarias a los derechos humanos y a la consideración de los inmigrantes com subhumanos sin derechos. Un enemigo de la paz y un negacionista de la destrucción del ambiente y del clima.

La invitación, como es lógico, lo ha sido a un 14 de julio presentado como elogio de Francia como potencia militar. Algo que ha encantado al presidente USA, que, según confesión propia, adoraría poder hacer algo así en su patria, pero que se reprime porque para los americanos, los desfiles militares se asocian a dictaduras como Corea del Norte o Rusia. “Aliados seguros”, los dos nuevos presidentes revalorizan un mundo construido sobre las potencias estatales que aseguran su dominio mediante el poder militar que garantiza su presencia económica en sus zonas de influencia. Una visión seguramente desfasada que no se corresponde con una realidad en la que el espacio de la globalización está cada vez más dominado por potencias privadas y por el capital financiero que determina sin apenas mediaciones las políticas de los Estados y la producción de normas y reglas de los mismos. Pero la presentación del viejo unilateralismo norteamericano que se impone con fuerza a partir del reconocimiento del mismo por sus “aliados” es el mensaje que lanza esta visita de Estado a Paris.


El desfile militar del 14 de julio no es, felizmente, la única versión de esta fiesta nacional. Paco Ibañez versionó al castellano una emblemática canción de Georges Brassens , la mala reputación: El dia de la fiesta nacional / me quedo en la cama igual / que la música militar / nunca me supo levantar. Que la mayoría de la ciudadanía francesa recupere esa visión popular y progresista sería una buena noticia para toda Europa. No lo es sin embargo esta escenificación simbólica de la hegemonía unilateralista norteamericana que ofrece el encuentro entre Macron  y Trump  este 14 de julio.

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